Bueno, ya que escribo en el blog de pascuas a ramos -no os quejéis, bandidos, que me estoy dejando las cejas ya en una nueva novela-, voy a ir al grano y os voy a dar lo que queréis: sangre.
Porque la etnología está muy bien, sí, pero cuando pensamos en África y en bosquimanos, seguro que la imagen que tenemos en mente la mayoría es la misma: animales, supervivencia, caza.
Prometo hablar de la supervivencia en otra ocasión, pues es alucinante salir al bosque con ellos y ver cómo de cada planta se obtienen varios usos que el profano ni imaginaría: agua, cuerdas, venenos, madera para arcos, flechas, trampas y para hacer los “palos de fuego”, y por supuesto medicinas. Sí, hablaremos de ello otro día, que merece la pena…
 |
De esta raiz, raspando su pulpa…
|
 |
Se obtiene una plasta de la que se saca un líquido blancuzco, que aunque amargo, puede suplir al agua.
|
Pero volvamos a la caza. Una de las cosas que me intrigó siempre es cómo podían cazar con esos arquitos ridículos que se gastan, y con los que, doy fe, es bastante complicado hacer blanco a más de 10 metros de distancia.
Los arcos y las cuerdas se fabrican de elementos vegetales: una vara de madera, ligeramente conificada por los extremos -a cuchillo- y enderezada al fuego -se calienta en las brasas, sin que se queme, y se va enderezando haciendo fuerza con las manos y los pies-; cuerdas hechas de fibras obtenidas de hojas fruticulosas, parecidas al aloe, que se hilan a mano; y flechas compuestas, hechas con una caña reforzada en los encoques con fibra y resina, y con una punta desmontable bien de hueso, bien de hueso y metal. Unas fotos para ilustrarlo:
 |
Buscando madera para el arco |
 |
Tallando las flechas |
 |
‘Tao colocando la cuerda en el arco.
Tiene un sistema de tensado rápido: la cosa es más sofisticada de lo que parece… |
 |
Y aquí todos con los arcos listos, poniendo pose de cazador.
Nos divertimos mucho, y recreamos toda la secuencia (avistamiento, detección del viento, acercamiento a la presa -una diana de paja- y… ¡disparo!) |
Ya veis que los arquitos son pequeños. Pero tienen un secreto: ¡veneno! Un veneno extremadamente potente que mata a una jirafa adulta en un par de días, y a un hombre en unas tres horas, y para el que no hay antídoto conocido.
Un veneno muy emocionante… ¡del que os hablaré el próximo día!
(Jejejeje, a esto se le llama cliffhanger)